viernes, marzo 13, 2020

La vida es hermosa

En medio del panico por el Coronavirus en Europa yo anuncie en mi trabajo que me iba a fin de mes. A trabajar en lo mio. Feliz, contenta, con toda la confianza del mundo. Claro, sin saber que el coronavirus llegaria a la Argentina y me bajaria todas las ilusiones de un ondazo.
El lunes, dia de lluvia torrencial en Buenos Aires tome un colectivo cualquiera que me acercara a Av. Independencia, donde debía tomar la combie para ir a mi casa. Cuando bajo, bajo la lluvia torrencial, escucho que me gritan "Vas para UADE?". "No voy a UADE pero voy para aquel lado, por?". "Asi te comparto mi paraguas".
Se llamaba Nico, tenia 23 años, pero le di 25, injustamente. Porque hace mucho que la gente joven no me habla. Y él dijo que yo perecía de 30 y se sorprendió cuando le dije mi edad. Gracias Nico.
Le conté de mi momento personal/laboral y el me contó que lo dejo su novia, por otro, justo ahora que le empezaba a ir mejor, porque se estaba por recibir de ingeniero en sistemas, tiene un trabajo part-time y la facultad le dio una beca por buenas notas, entonces, pudo alquilarse un monoambiente en capital para no viajar todos los dias a Quilmes. "me dijo: el otro me parece mas atractivo y a vos te dejo en el banco de suplentes".
Novia de Nico, (o ex novia) seguro que el que te parece mas atractivo tiene un auto lindo, pero no es de el, es del banco. Seguro se viste con ropa cool, pero cuando tenga hijos con vos va a seguir usando la misma, con 15 años de antiguedad, y los colores gastados, para decirle a la gente que sabe de marcas y un día, en el pasado, fue cool y pudo comprarse un buzo con un cocodrilo.
Y yo te perdono. Porque fui esa chica que no supo ver el valor en una persona y se encandilo con espejitos de colores. Como la chica que fui te perdono. Pero que lastima que lo dejaste a Nico. En realidad, todavía no sabes de que te estoy hablando.
Con Nico nos despedimos en la entrada de la facultad con un abrazo (en ese momento nos dijimos los nombres) y deseandonos lo mejor para nuestras vidas.
Nico, seguro nunca vas a leer esto, pero yo ya se que tenes por delante una hermosa vida. Yo le voy a pedir al universo por vos. Vos hacelo por mi.

martes, enero 22, 2019

Mama, ¿Que es esto?.
...
 ¿Y esto?....

Pronto me vas a preguntar algo, para lo cual vengo preparando la respueta.
Mama, ¿Que es Dios?.


jueves, noviembre 29, 2018

Ando sin buscarte
Pero sabiendo que ando para encontrarte

martes, noviembre 13, 2018

Mamá, estoy germinando limones. Te acordás que en la patio de casa habías plantado un naranjo y un mandarino? Bueno, yo empece por los limones, pero también voy a tener naranjas y mandarinas. ¿Seguirán esas plantas en donde las plantaste?.
Ah, porque no te conté, pero vendí la casa. Con un apretón en el pecho que confundía dolor con esperanza de futuro. Quizás porque era abandonar simbólicamente la infancia. Eso de dejar de ser hija para pasar a ser mamá. Desatar todo lazo con lo que fui, y sigo siendo, por mas que no esten los simbolos fisicos. Porque será que siempre le di tanta importancia a las pequeñas o grandes cosas materiales que significan algo para mi. Desde un pañuelito bordado a una casa.
Y aca estamos, en una casa hermosa, en donde Gabi es feliz con sus espacios, su rutina, su pasto...
Y yo... si, soy feliz. Pero no logro que la casa tenga ni olor de hogar ni belleza de revista. Y sé, como siempre, que es mi interior que se esta reflejando en el exterior. Y mientras no me llene internamente de flores y olor a pan recién horneado no podre dar un hogar así.
Será que la vida de a tres tambalea.
¿Porque te separaste de papa?. La historia de que entro a la casa con zapatos sucios cuando vos recién habías limpiado el piso ya es medio difusa.

lunes, noviembre 05, 2018

4 de Noviembre 2018
Hoy fue un día en el que hice frente. Hable. Puse en palabras lo que pasaba por mi mente. Desate una tormenta, que espero que no se convierta en un huracán. Como hago para decirte ciertas cosas, para hacerte ver la realidad pero sin lastimarte?. No es eso lo que quiero. Quiero que los dos seamos felices, y juntos no esta pasando.

martes, octubre 30, 2018

No te deseo un amor de primavera
Ni mucho menos un amor para toda la vida.
Tampoco te deseo cosas malas
ni malos sueños ni noches pesadas
Pero deseo que no aparezca una destinataria
de ese amor contenido dentro tuyo, esperando tener nombre y cara.
Quiero que sigas así
No, no soy mala
Soy un alma que te añora
Que lamenta los destiempos
Que se repregunta el porque de las cosas
Es solo cuestión de tiempo,
que la vida acomode las cosas
No te vayas con otra,
que acá estoy yo
en silencio y sin decirlo
pensando en vos.

Si supieras cuanto pienso en vos en estos días.

jueves, diciembre 07, 2017

Cuando la calle se inundaba

Había parado de llover rabiosamente y nos juntamos en la vereda con hojas de papel para armar barcos. Yo le había sacado hojas blancas a la maquina de escribir de mamá que siempre estaba sobre la mesa de la cocina. Era moderna porque era color naranja y tenia una tapa con manija para transportarla cual valija, y en una parte decía “Olivetti”. A la hora de la cena mamá la corría a la punta de la mesa. Y después de cenar, volvía a ponerla en su sitio original y continuaba con el ajetreo ágil de dedos invadiendo el ambiente con el sonido normal de cada noche: el de las teclas y el que producía esa manija que hacia deslizar la hoja en la maquina para continuar escribiendo en renglones.
La calle Mitre juntaba agua hasta la altura del cordón de la vereda con cada lluvia de verano (o de invierno) y nuestra imaginación nos convertía en navegantes de barcos de papel hasta que un micro de larga distancia doblaba por la esquina y sufríamos una tormenta violenta, la mas temible de todas y nuestras embarcaciones quedaban devastadas, naufragadas e inservibles.
Luego volvíamos a jugar con una pelota. Siempre había una pelota compañera, que era parte de nuestro grupo de amigos, como un amigo mas.
La calle Mitre era el escenario de nuestros juegos, sueños, peleas, tristezas y alegrías. La escenografía de nuestros primeros amores y nuestras primeras preocupaciones que iban desde conseguir una pelota nueva, al destino de la pobre Hilda, de la casa de mitad de cuadra, cuyo marido se había muerto congelado en la Antártida por haberse dormido borracho, con la ventana abierta. Y testigo de mis primeros nervios conscientes. Ahí venia él, caminando desde la esquina, a paso tranquilo.
En al barrio había dos personas que aceleraban la carrera de mi sangre por las venas con la sensación del corazón a punto de estallar.
Una de estas personas era el Panza Jauregui. Nunca supimos cual era su nombre completo e imaginábamos que era un gordo adelgazado porque panza tampoco tenia. Era difícil adivinar su edad debajo de las vestiduras sucias y andrajosas y de su barba negra y voluptuosa. Pero saltaba a la vista que él era adulto y nosotros niños. Cuando lo veíamos venir caminando desde la esquina dejábamos de jugar y hacíamos silencio, como cuando pasa la bandera de ceremonia en los actos del colegio. Claro que estábamos en la calle y el de ceremonioso tenia solo su silencio. Era el linyera del pueblo. Le teníamos miedo. Se decía que había matado a su mamá, pero era fácil suponer que todo era invento de una lengua despiadada con ganas de manchar sin fundamentos la reputación ajena. Con los años se lo siguió viendo caminar por las calles del pueblo son la misma parsimonia de siempre. Nadie sabía en donde vivía, hasta que un día, muchos años después, lo supieron todos ya que se había mudado a la plaza principal del pueblo, frente a la municipalidad. Al parecer, un año, el municipio decidió hacer algo por el pobre panza quien fue trasladado a un hospital psiquiátrico en Buenos Aires. Muchos vecinos se quejaron a través de diferentes medios sobre esta decisión que parecía ser un acto de abandono a este de por si triste hombre. Era depositarlo en el lugar del olvido, la perdida de identidad y la desidia. Nunca se supo bien que paso, pero un día el Panza volvió a su hogar, la plaza.  Su lugar propio, sin techo. Seguía abandonado pero al menos ahí tenía identidad. En el pueblo era el panza Jaurégui y se ve que el se extrañaba a sí mismo.
Una vez, mientras jugábamos y lo veíamos pasar, observamos que caminó por el jardín del frente de mi casa y toco timbre. Me invadió el miedo, mi mente se pobló de posibles sucesos macabros que me dejarían huérfana de madre y desdichada toda la vida. Corrí con el alma sofocada en arena, saltando baldosas que en ese momento parecían dunas en el desierto, a socorrer a mi mamá, a salvarla de una muerte injusta y sin sentido en manos de un ser oscuro. Al llegar al umbral de la puerta mi mamá le convidaba un cigarrillo, que era lo que el había pedido.  Durante ese día no volví a jugar en la vereda y me quede adentro de casa, con mi mamá, disfrutando el repiqueteo de las letras de la maquina de escribir, que por primera vez me parecía un sonido dulce y armónico casi como una canción de Flavia en La Ola esta de Fiesta, y tomando mucha leche chocolatada Toddy.
Pero ahora, desde la esquina se acercaba la otra persona que tenia mi vida en sus manos. Jorgito. Vivía a la vuelta. No era de nuestra cuadra, pero iba a la escuela con Anahí y Victoria y cada tanto se sumaba a nuestros juegos. Era dos años mas grande que yo y era para mí el ser mas bello del universo. Estaba enamorada como se enamora uno en la edad de la inocencia y la vida sin fin; con el corazón entero y prometiendo amor, porfiadamente, hasta el fin del universo.
Hasta el infinito punto rojo.